El Señor tenga piedad y nos bendiga;
ilumine su rostro sobre nosotros y nos conceda su favor.
El Señor nos muestre su rostro y nos dé la paz.
Así reza una antigua bendición bíblica.
Y con ese mismo deseo, hemos celebrado la Solemnidad en honor al Santísimo Sacramento, coincidiendo una vez más en el día en que la Iglesia celebra Pentecostés.
En un acto sencillo, pero con toda la solemnidad que merece la ocasión, hemos honrado a Nuestro Señor, presente entre nosotros en un pedazo de pan, para darse como alimento pascual. El alimento más sencillo, pero el más rico.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Nos dice el Señor.
El mismo Señor que, un año más, se ha asomado hasta la plaza del Cruceiro, para darnos, una vez más, su bendición.